miércoles, 23 de marzo de 2011

Agua y Olivera

Esta entrada será breve. Y no porque el tema no sea importante, seguramente es uno de los más importantes del día de hoy, sino porque las palabras no bastarán. Vamos a hablar del agua (y la palabra ya llena la boca y refresca). Hoy llueve.

Esta entrada es importante porque ayer, junto a mis compañeros de Culturaholics y varios amigos, acudimos a Casa de América con motivo del Día del Agua. Se celebraba que el derecho al agua ha sido recientemente catalogado como derecho humano. Y el derecho al agua, como allí se dijo, no es sólo abrir un grifo y que salga un buen chorro, sino que sea limpia y barata. El agua no es accesible si sus propiedades fisicoquímicas no son las adecuadas, ni si los más necesitados de ella no pueden pagarla.

Uno de los datos que más nos sorprendió es que en los países con más dificultades para acceder al agua es donde más caro es el metro cúbico. Y que no podemos relacionar agua con botellas de agua mineral. El agua en los países más necesitados es sinónimo de pura vida.

En ese acto contamos con invitados tan ilustres como Jorge Drexler, Enrique Iglesias (Secretario General Iberoamericano), Soraya Rodríguez (Secretaria de Estado de Colaboración Internacional), o Eduardo Sánchez (presidente de CONGDE e integrante de Ingenieros en Acción). Pero hubo un hombre que, pese a su pequeña talla, resaltó por encima del resto. Estoy hablando de Óscar Olivera.

Óscar Olivera es un exrepresentante sindical boliviano, más concretamente de Cochabamba. Y fue precisamente el que inspiró la película También la Lluvia, de Icíar Bollain. Fue la voz de los trabajadores y clases obreras bolivianas en el año 2000. Fue la cara visible que clamaba contra la privatización de las aguas, odiado por el gobierno y las empresas internacionales y amado por su gente.

Este hombre bajo, de tez morena y voz suave pero firme, fue el que sonó más puro en esa mesa. Fue el que, tras que otros hablasen de los planes internacionales de ayuda y dieran datos millonarios, habló sencilla pero profundamente. Nos llevó de la mano hacia una tierra de gente trabajadora y comprometida, y nos habló de unidad y de poder común. Una de esas personas que hacen creer que los líderes sindicales no tienen por qué ser otros apuntados al cuento político habitual.

El agua, nos dijo, no puede seguir siendo concebida como una propiedad material, ni un derecho exclusivamente humano. Con esa sensibilidad e integración con la naturaleza que suele caracterizar a culturas que no han olvidado la raíz humana, nos hizo ver que el agua es la sangre del mundo. Que el agua, para que podamos avanzar hacia otro tipo de sociedad más respetuosa, debe ser concebida como un ser vivo.

Gracias, Olivera.

P.D.: Hoy llueve.