lunes, 28 de marzo de 2011

COLOMBIA: LO QUE NO NOS DICEN LOS MEDIOS

No todas las mentiras surgen dando una información falsa. Muchas mentiras son verdades acalladas, y este es el caso que nos ocupa hoy, aunque de piadosas tienen poco. Lo que la prensa generalista nos aporta del panorama internacional suele reducirse a la información más actualizada. Los conflictos que se prolongan van perdiendo protagonismo, miremos a los países árabes, ¿qué oímos hoy de El Baradei, las revueltas egipcias o las tunecinas?

El problema que os quiero mostrar hoy es muy amplio, pero intentaré que esta entrada sea una condensación y a la vez lugar de enlace a otras fuentes. Hoy miramos hacia Colombia. Gracias a la asociación Katío pude acceder al tema, y me facilitaron datos y puntos de referencia. Lo que nos contaron es que Colombia está sumida en una guerra oculta, los núcleos rurales en una situación desesperada, amenazados de muerte por los paramilitares a órdenes del Estado.

En un país en el cual el 25% de la población vive en zonas rurales, la migración a las grandes ciudades no ha cesado. Y es que la situación en el campo es insostenible. Las tierras de los campesinos son arrebatadas por el Estado colombiano, sin ningún tipo de remuneración. Y es que estas tierras casi vírgenes, algunas en plena selva amazónica, son ricas en minerales, petróleo y recursos naturales. Además, algunas de ellas se encuentran en zonas marcadas para la construcción de megaproyectos, como puede ser la carretera panamericana.

El problema de la usurpación de tierras viene de lejos, en el año 1928, (en una Colombia ya independiente), tuvo lugar en Magdalena la que se llamó la “masacre de las bananeras”. Según qué fuentes se consulte la cifra de muertos varía, pero se puede hablar con casi total seguridad de más de 1000 (algunos apuntan a más de 2500), trabajadores de la UFC (United Fruit Company) que se rebelaron contra la empresa por las arduas jornadas de trabajo. Esa masacre perpetrada por las fuerzas del Estado está todavía impune, y el abogado que la investigó, Jorge Gaitán, fue asesinado en el año 1948.

Comenzó posteriormente un periodo de gobierno por turnos entre el Partido Liberal y el Conservador, en el cual surgen las guerrillas de liberación de ideología marxista (las conocidas FARC o el Ejército de Liberación Nacional). En el periodo comprendido entre el año 86 y el año 88 fueron asesinados cuatro candidatos a la presidencia, tres de los cuales venían de un proceso de negociación con las guerrillas. Fueron Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillosa, Carlos Pizarro León Gómez y José Tales Galón, todos de la UP (Unión Patriótica) menos Tales, que era del Partido Liberal.

En el año 91 Gaviria llega al poder, y comienza un periodo de aperturismo económico que favorece la privatización de amplios sectores. Se crea una nueva constitución de corte representativo (en la cual supuestamente todos los ciudadanos se hallan reflejados) que ha sido mutilada posteriormente hasta llegar a un estado que muchas voces califican de inservible.

Con Uribe en el poder desde el año 2000 hasta el 2008, las poblaciones rurales viven un nuevo periodo de violación de los derechos humanos. Según cifras de la propia Fiscalía General de la Nación de Colombia, entre junio de 2005 y diciembre de 2010 hubo 107000 asesinatos, 34467 desaparecidos y más de 70000 desplazamientos forzados. Y estos son datos del propio ejecutivo. La mayoría de estos desplazamientos forzados se deben a la ubicación de las tierras campesinas en lugares donde se planean megaproyectos como sistemas de carreteras, canteras o plantaciones de palma africana para la obtención de biodiésel.

Por un lado el Estado se sirve del ejército para estos desplazamientos, y de la rama más sucia, que son los paramilitares (contra los que el Estado dice ir, pero veremos que de ninguna manera cumple con ello); y por otro lado están las guerrillas de liberación.  Nos encontramos pues en un enfrentamiento abierto en el cual los damnificados son los de siempre: los civiles. Éstos son muchas veces acusados de pertenecer al aparato paramilitar para justificar el asesinato sistemático que no tiene otro fin que el de hacerse con sus tierras, de gran valor económico.

De hecho, familias colombianas asisten perplejas a un fenómeno que se denomina como los “falsos positivos”. Consisten en una estrategia de imagen pública estatal que hace pasar por paramilitares desmovilizados (que dejan las armas y la guerrilla) o que han sido asesinados por el ejército a jóvenes que en realidad nunca lo han sido. Explicaré esto un poco mejor: el estado dice estar contra el aparato paramilitar, para lo cual lleva a cabo las llamadas desmovilizaciones. Las desmovilizaciones consisten en ofrecer ciertos privilegios a aquellos paramilitares que dejen la guerrilla. Así, una vez acuerdan el cese de la violencia, se les hace una foto entregando las armas, y luciendo uniformes guerrilleros. Lo que no se dice es que muchos de estos supuestos desmovilizados son en realidad jóvenes a los cuales se ha ofrecido dinero para hacerse pasar por paramilitares, y así poder inflar las cifras gubernamentales y dar una buena imagen exterior.

Ante esta situación tan tensa, por la cual cientos y miles de jóvenes mueren ya sea en el ejército o en las guerrillas, las mujeres son el colectivo que mayor presión crea. Se declaran contrarias a la violencia y a que sus hijos y maridos ingresen en las listas de la lucha armada, por cualquiera de los bandos. Y el 51% de la población colombiana son mujeres, con lo que su poder de presión es considerable.

Espero haber dado en esta entrada una visión general del conflicto que viven los campesinos colombianos, que se sienten señalados como guerrilleros como excusa para poder arrebatarles sus tierras. Se ven forzados a migrar a las grandes urbes, donde sobreviven en condiciones inhumanas, en zonas periféricas atestadas de chabolas, y sin una tierra que cultivar.

En la próxima entrada hablaré de las soluciones que se promueven desde asociaciones como Katío y la Comisión de Justicia y Paz, en especial el acompañamiento internacional.

Un agradecimiento especial a la asociación Katío por abrirme los ojos al problema, a Rolán por los datos y el aspecto más técnico, a todos los demás por los tan emotivos relatos. Y a Chemi por haberme mostrado el camino.